Una Pamplona sin Narayamas

19/10/2014·

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Dicen que recordar es volver a pasar imágenes vividas por el corazón. Escuchando a estas quince alumnas, uno recuerda un pasillo de aire ahogado donde decenas de ancianos esperan ver atendidas sus quejas. Un lugar de miradas cansadas, donde el aburrimiento es el rey. No es el Narayama, la montaña japonesa donde los japoneses abandonaban a sus mayores. Es una residencia de ancianos y sí, está ubicada en Pamplona.

En la clausura del VI Programa de Atención a Personas Dependientes, organizado por ANEL y la CEN, y cofinanciado por el Servicio Navarro de Empleo y el FSE, resuena el optimismo. No se trata de luchar contra una tradición ancestral japonesa, sino de combatir una moda, una espina cada vez más adherente al tallo de la organización familiar occidental, la soledad en nuestros ancianos.

“Tenemos claro cómo queremos ser. El papel que queremos tener en la sociedad. Todos vamos a ser mayores en algún momento. Actuaremos con optimismo y pasión”, cuentan en un aula de ANEL, donde las quince han asistido a 250 horas de clases teóricas. Luego, durante el verano, han podido practicar en residencias para la Tercera Edad. Deseosas de marcar la diferencia, de demostrar que se puede cuidar con cariño a los ancianos, recitan una poesía escrita por ellas mismas, abriendo una ventana a sus emociones.

“En nombre del Gobierno y del mío, quiero agradeceros que hayáis decidido cuidar a otras personas. Cuando trabajé en la Consejería de Asuntos Sociales me di cuenta de cómo nuestra sociedad se iba haciendo mayor. Gracias por cuidarla”, declara la directora gerente del SNE, Isabel García Malo. Junto a ella, el presidente de ANEL, Ignacio Ugalde y José Manuel Olivar, de la CEN, alientan las ilusiones de un grupo de mujeres que se apuntaron al curso “por vocación”.

“Nos han abierto las alas y nos han enseñado a volar. Vinimos con el barco tocado, pero no hundido”, declaran unas, mientras otras añaden que les gustaría trabajar juntas, “trabajar conforme a nuestros valores”. “La cooperativa es decidir en equipo, sin que nadie se quede fuera. Nuestras vivencias personales influyen en la toma de decisiones. Se pueden perder horas de sueño pero merece la pena luchar por algo que es de cada uno”, comenta Ugalde.

La canción ‘Sentir’, de Luz Casal, resuena en la sala, minutos antes de la entrega de diplomas. Alguna tararea el estribillo: “Porque creo en ti cada mañana, aunque a veces tú no creas nada. Sentir que aún queda tiempo”. Es el grito del guerrero. El aullido de un lobo en el bosque al contemplar la luna. La oración que un monje ofrece al amanecer. Porque sólo quien ha escuchado alguna vez la balada del Narayama sabe distinguir sus últimos acordes.

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