De boas, velas y bolis

El narrador de El Principito nunca encontró a un adulto que reconociera en su dibujo algo más que un sombrero. Ninguno consiguió percibir la boa devorando a un elefante. Pero eso es porque el narrador de El Principito no acudió ayer al taller ‘Herramientas para mejorar tu capacidad comercial’, organizado por Escuela de Gerentes.
Medio centenar de responsables de pymes dejaron durante la mañana los teléfonos y agendas, y se aflojaron la corbata. ¿Para qué? Para jugar. «Es imprescindible saber divertirse. En el juego puedes equivocarte, puedes fracasar. Un emprendedor necesita crear y necesita la tranquilidad del juego para ello», explicó Maite Redín, de T-Diferencia, empresa encargada de amenizar la jornada.
El primer ejercicio de la mañana fue para romper el hielo. Los empresarios, pertenecientes en su mayoría al Centro para la Cooperación de Escuela de Gerentes, se colocaron en dos corros y jugaron al entretenimiento universal de ‘pasar la pelota’. En el salón del Palacio de Zuasti resonaban las risas de los emprendedores, atentos para no perder la oportunidad de tener la pelota y relajados con sus propios errores. «Estas actividades son muy importantes para el desarrollo de la creatividad», comentó Maite Redín. Ella y sus dos compañeras, Adriana Olmedo y Conchi Redín (ausente en el acto), llevan quince años dedicadas al teatro. Hace un año decidieron crear la productora teatral T-Diferencia.
La segunda prueba consistió en saber formar grupos de la manera más rápida posible. «Vamos a formar casas de tres personas. Una de ellas será el inquilino. Como siempre va a haber personas que se queden sin equipo, tendrán que arreglárselas para conseguir compañeros. También se puede ‘demoler’ las casas y empezar todo desde cero», analizó Redín. A la sazón, minutos antes, Oscar Ortihuela, participante del taller, había comentado la importancia de comenzar algo y saber demoler. «Emprender es eso. Iniciar algo nuevo e importante, que suponga esfuerzo y trabajo. Es cambiar radicalmente mi empresa o crear una nueva. Cuando no consigo remover por dentro a la gente, me siento fracasado», confesó.
Al menos, los participantes del taller sí fueron ‘removidos’ por dentro. «En nuestro día a día nos queda lo más difícil. Mantener la mente abierta 360 grados», comentó Javier Munárriz, presente en la actividad. Esos 360 grados fueron necesarios en la parte final del encuentro. Cada participante escogió un objeto personal y creó con él un nuevo producto, radicalmente distinto. Así, un metro se convirtió en unos tirantes; una crema labial, en un ungüento mágico para hacer sonreír a la gente en sus días grises; una tarjeta en un abanico unisex y un anillo, en una carroza de carnaval para pulgas.
En ese variopinto mercado de cachivaches, los empresarios, ya convertidos en niños, tuvieron que elegir cuatro, y hacer una imagen de marca de cada uno. Dos de los productos más deseados fueron un boli-instrumento con poderes para convencer a los clientes en acuerdos comerciales y un usb-vela para elegir la edad. «Yo quiero volver a los quince», se escuchaba a media voz en la sala.
Y es que quizá, el taller de ayer fue sólo eso. Una vela para despertar al principito que todos llevamos dentro, al adulto que sabe que una boa constrictor, aun devorando a un elefante, nunca será un sombrero.